Desde hace mucho tiempo, el hombre moderno se ha preguntado la forma de construcción de las pirámides egipcias. Un hombre del siglo XX, posiblemente lo descubrió.
Entre 1920 a 1940, un hombre, que apenas medía metro y medio, talló 1.100 toneladas de piedra, solo, sin equipos especiales. Así, el letón Eduard Leedskalnin construyó, en Florida, una increíble y misteriosa obra que él llamó el Parque del Portón de Roca pero que hoy es más conocida como El castillo de Coral. Se desconoce cómo Eduard pudo construir esta obra que parece un regreso a la culturas antiguas dentro de Este Mundo. La extraña obra de Leedskalnin, está impregnada de fuertes evocaciones de las construcciones prehistóricas de piedra, dólmenes y menhires. Eduard investigaba textos sobre fuerzas magnéticas y sobre las antiguas ciencias de los constructores de megalitos. La obra solar de Eduard es uno de los enigmas más fascinantes del mundo contemporáneo. La señal de cómo un hombre solitario y genial es capaz de demoler la noción de lo imposible y erigir un monumento aún muy poco apreciado y comprendido.
El monumento, conocido como el Castillo de Coral, se alza casi inadvertido en una esquina de la carretera US 1, que va desde Miami hasta Cayo Hueso, el punto más meridional de los Estados Unidos. Para construir el castillo, utilizó un tipo de roca sedimentaria muy abundante en la Florida, compuesta por coral fosilizado.
Nadie sabe cómo ese hombre, que apenas medía metro y medio de estatura y pesaba unos 45 kilos, se las arregló para mover y tallar 1.100 toneladas de roca, sin equipos especiales, trabajando sólo y sin permitir que nadie observara su labor.
Cuando le preguntaban sobre su método, Ed respondía enigmáticamente que dominaba las leyes de la gravedad y el equilibrio, o aseguraba que los secretos de la construcción de las pirámides egipcias no le eran ajenos. Al parecer, el Castillo de Coral, portento que la ingeniería contemporánea no es capaz de explicar, guarda una estrecha relación matemática, astronómica y arquitectónica con famosos dólmenes y pirámides levantados hace milenios.
Trabajaba siempre de noche, siempre solo. No recibía a nadie mientras estaba entregado a su labor, y tenía una especie de sexto sentido que lo alertaba cuando alguien se acercaba a espiarlo. Leía con avidez libros sobre magnetismo y fuerzas cósmicas. A medida que levantaba el coloso de piedra, la curiosidad de vecinos y turistas iba en aumento. Ed permitía que visitaran su castillo. A los nuevos visitantes les cobraba una tarifa módica; a los que ya habían ido antes, si eran de su agrado los dejaba entrar sin pagar y los recibía alegremente. Se dice que Ed jamás olvidaba un rostro.
En 1936, cuando la población de la zona creció demasiado para su gusto, se mudó a un terreno cerca de la zona de Homestead. En esa parcela, hoy reducida de 470 a unos 140 m, terminó el castillo en su forma actual. Para el traslado, le pidió prestado un tractor a un vecino, con el fin de tirar de un remolque en el cual colocaba solo, de noche, piezas de su obra pero nadie lo vio jamás cargar o descargar el remolque.
Vivió siempre como un ermitaño. En diciembre de 1951, Ed puso en la puerta de su mansión un cartel anunciando que iba a un hospital de Miami. Tres días después moría de un problema renal.
Su único pariente, un sobrino llamado Harry Leedskalnin, heredó el Parque del Portón de Roca. En 1953, poco antes de su muerte, Harry vendió el lugar a una familia de Chicago, que le dio el nombre de Castillo de Coral y lo abrió al público. Durante la venta, se halló una caja con pertenencias de Ed. Las instrucciones encerradas en la caja condujeron a un hallzago de 3.500 dólares en billetes de a cien, los ahorros que había acumulado Ed Leedskalnin a lo largo de su existencia.
El gran obelisco. El misterio del Castillo de Coral está en parte opacado por la publicidad en torno a la historia de amor de su constructor, y a la proximidad de su erección en el tiempo.
Sin embargo, basta una mirada más curiosa para comprender que en el sur de la Florida se levanta uno de los enigmas más impenetrables, y menos conocidos- de nuestra época.
Los muros que rodean el patio del castillo están formados por bloques de coral cuyo peso promedio es dos veces superior al de los bloques empleados en la pirámide de Keops. El mayor de estos bloques pesa 29 toneladas. Los espacios entre los grandes bloques están llenos de pequeñas piedras del tamaño de un puño, colocadas con tal exactitud que la luz no se filtra.
En el muro norte, que contiene 150 toneladas de roca, Ed construyó un telescopio perfectamente orientado hacia la Estrella Polar, que utilizó para estudiar la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol. Con los datos que obtuvo, fabricó su reloj de sol, que sólo marca las horas de nueve a cuatro puesto que esas eran las horas durante las que pensaba tenía que trabajar el hombre, ni antes ni después.
En el muro oriental, se encuentra la Media Luna, de seis metros de altura y más de 23 toneladas de peso, que Ed movió desde el anterior emplazamiento en Florida City. Junto a la Media Luna se alzan el planeta Marte, en el cual Ed creía que había vida, y Saturno, con sus anillos.
Uno de los mayores logros de Ed fue el gran obelisco, situado también en el muro oriental, hacia el sur, que mide casi ocho metros de altura y pesa más de 28 toneladas. El obelisco es más elevado que las rocas verticales de Stonehenge. En su superficie Ed grabó el año en que lo terminó, 1940, el año en que lo movió, 1939, y el año de su nacimiento, 1887.
Ed calculó con precisión infinita el centro de gravedad de una roca de nueve toneladas para fabricar un portón que un niño podría abrir y cerrar con facilidad. El hueco que Ed cavó en el portón para pasar el eje, sin herramientas eléctricas, hoy sólo se podría hacer con un taladro de alta velocidad controlado por láser.
Como en todo castillo, Ed dispuso un salón del trono, con rocas que pesan un total de 2300 kilos. El 21 de junio, el día del solsticio de verano, el sol sale directamente frente al trono de Eduard.
Sin duda alguna, todo un gran misterio que se sospecha se encuentra en una pequeña caja que quizás pudiera contener algún dispositivo electromagnético.
Entre 1920 a 1940, un hombre, que apenas medía metro y medio, talló 1.100 toneladas de piedra, solo, sin equipos especiales. Así, el letón Eduard Leedskalnin construyó, en Florida, una increíble y misteriosa obra que él llamó el Parque del Portón de Roca pero que hoy es más conocida como El castillo de Coral. Se desconoce cómo Eduard pudo construir esta obra que parece un regreso a la culturas antiguas dentro de Este Mundo. La extraña obra de Leedskalnin, está impregnada de fuertes evocaciones de las construcciones prehistóricas de piedra, dólmenes y menhires. Eduard investigaba textos sobre fuerzas magnéticas y sobre las antiguas ciencias de los constructores de megalitos. La obra solar de Eduard es uno de los enigmas más fascinantes del mundo contemporáneo. La señal de cómo un hombre solitario y genial es capaz de demoler la noción de lo imposible y erigir un monumento aún muy poco apreciado y comprendido.
El monumento, conocido como el Castillo de Coral, se alza casi inadvertido en una esquina de la carretera US 1, que va desde Miami hasta Cayo Hueso, el punto más meridional de los Estados Unidos. Para construir el castillo, utilizó un tipo de roca sedimentaria muy abundante en la Florida, compuesta por coral fosilizado.
Nadie sabe cómo ese hombre, que apenas medía metro y medio de estatura y pesaba unos 45 kilos, se las arregló para mover y tallar 1.100 toneladas de roca, sin equipos especiales, trabajando sólo y sin permitir que nadie observara su labor.
Cuando le preguntaban sobre su método, Ed respondía enigmáticamente que dominaba las leyes de la gravedad y el equilibrio, o aseguraba que los secretos de la construcción de las pirámides egipcias no le eran ajenos. Al parecer, el Castillo de Coral, portento que la ingeniería contemporánea no es capaz de explicar, guarda una estrecha relación matemática, astronómica y arquitectónica con famosos dólmenes y pirámides levantados hace milenios.
Trabajaba siempre de noche, siempre solo. No recibía a nadie mientras estaba entregado a su labor, y tenía una especie de sexto sentido que lo alertaba cuando alguien se acercaba a espiarlo. Leía con avidez libros sobre magnetismo y fuerzas cósmicas. A medida que levantaba el coloso de piedra, la curiosidad de vecinos y turistas iba en aumento. Ed permitía que visitaran su castillo. A los nuevos visitantes les cobraba una tarifa módica; a los que ya habían ido antes, si eran de su agrado los dejaba entrar sin pagar y los recibía alegremente. Se dice que Ed jamás olvidaba un rostro.
En 1936, cuando la población de la zona creció demasiado para su gusto, se mudó a un terreno cerca de la zona de Homestead. En esa parcela, hoy reducida de 470 a unos 140 m, terminó el castillo en su forma actual. Para el traslado, le pidió prestado un tractor a un vecino, con el fin de tirar de un remolque en el cual colocaba solo, de noche, piezas de su obra pero nadie lo vio jamás cargar o descargar el remolque.
Vivió siempre como un ermitaño. En diciembre de 1951, Ed puso en la puerta de su mansión un cartel anunciando que iba a un hospital de Miami. Tres días después moría de un problema renal.
Su único pariente, un sobrino llamado Harry Leedskalnin, heredó el Parque del Portón de Roca. En 1953, poco antes de su muerte, Harry vendió el lugar a una familia de Chicago, que le dio el nombre de Castillo de Coral y lo abrió al público. Durante la venta, se halló una caja con pertenencias de Ed. Las instrucciones encerradas en la caja condujeron a un hallzago de 3.500 dólares en billetes de a cien, los ahorros que había acumulado Ed Leedskalnin a lo largo de su existencia.
El gran obelisco. El misterio del Castillo de Coral está en parte opacado por la publicidad en torno a la historia de amor de su constructor, y a la proximidad de su erección en el tiempo.
Sin embargo, basta una mirada más curiosa para comprender que en el sur de la Florida se levanta uno de los enigmas más impenetrables, y menos conocidos- de nuestra época.
Los muros que rodean el patio del castillo están formados por bloques de coral cuyo peso promedio es dos veces superior al de los bloques empleados en la pirámide de Keops. El mayor de estos bloques pesa 29 toneladas. Los espacios entre los grandes bloques están llenos de pequeñas piedras del tamaño de un puño, colocadas con tal exactitud que la luz no se filtra.
En el muro norte, que contiene 150 toneladas de roca, Ed construyó un telescopio perfectamente orientado hacia la Estrella Polar, que utilizó para estudiar la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol. Con los datos que obtuvo, fabricó su reloj de sol, que sólo marca las horas de nueve a cuatro puesto que esas eran las horas durante las que pensaba tenía que trabajar el hombre, ni antes ni después.
En el muro oriental, se encuentra la Media Luna, de seis metros de altura y más de 23 toneladas de peso, que Ed movió desde el anterior emplazamiento en Florida City. Junto a la Media Luna se alzan el planeta Marte, en el cual Ed creía que había vida, y Saturno, con sus anillos.
Uno de los mayores logros de Ed fue el gran obelisco, situado también en el muro oriental, hacia el sur, que mide casi ocho metros de altura y pesa más de 28 toneladas. El obelisco es más elevado que las rocas verticales de Stonehenge. En su superficie Ed grabó el año en que lo terminó, 1940, el año en que lo movió, 1939, y el año de su nacimiento, 1887.
Ed calculó con precisión infinita el centro de gravedad de una roca de nueve toneladas para fabricar un portón que un niño podría abrir y cerrar con facilidad. El hueco que Ed cavó en el portón para pasar el eje, sin herramientas eléctricas, hoy sólo se podría hacer con un taladro de alta velocidad controlado por láser.
Como en todo castillo, Ed dispuso un salón del trono, con rocas que pesan un total de 2300 kilos. El 21 de junio, el día del solsticio de verano, el sol sale directamente frente al trono de Eduard.
Sin duda alguna, todo un gran misterio que se sospecha se encuentra en una pequeña caja que quizás pudiera contener algún dispositivo electromagnético.